Celebramos 40 años de Democracia y este día coincide con la conmemoración del Día internacional de los Derechos Humanos. Ambas celebraciones son sin duda motivo de alegría, pero esta vez la fecha nos encuentra a muchos atravesados por una preocupación profunda. Recientemente el pueblo ha elegido a un presidente y una vicepresidenta que reivindican la dictadura y prometen abrogar derechos trabajosamente adquiridos.

Asumamos que en la comunidad profesional de los psicólogos de Tucumán indudablemente hay quienes los votaron, sea porque adhieren a sus propuestas, sea por hastío. Entonces en nuestra comunidad convivimos los que
estamos preocupados, los que están contentos, los que están hartos e indiferentes.

El pueblo ha elegido y los resultados electorales no se discuten, pero las ideas sí.

Entonces, en este aniversario de nuestra democracia, convocamos a todos los psicólogos a atravesar este tiempo sosteniendo el lazo entre nosotros no desde un lugar de enemigos sino de adversarios. Porque los adversarios disputan y compiten por espacios dentro de un marco simbólico. En cambio los enemigos solo buscan la aniquilación del otro.

Evocamos hoy las palabras de Raúl Alfonsín. Muchos de nosotros lo escuchamos el 10 de diciembre de 1983, tal vez en una tele sin control remoto… esa frase varias veces repetida durante la campaña electoral y luego cristalizada
en su discurso de asunción: “Con la democracia no solo se vota. También se come, se cura y se educa”… Evocarla nos conmueve, a veces con ternura y otras con desasosiego.

40 años después: ¿tenemos que pensar este enunciado como una promesa incumplida?

En 1983 Argentina apenas comenzaba a salir del infierno de los gobiernos de facto, forjados a fuerza de golpes cívico-militares desde 1930. La vigencia de la democracia no estaba ni por lejos garantizada. El enunciado alfonsinista se presentaba como una suerte de contrato: la democracia se iba a encargar de alimentar, curar y educar al pueblo, siempre que el pueblo asumiera la responsabilidad de no dejarla caer y lograra su continuidad en el tiempo. El enunciado se significó entonces como una promesa acompañada de un pacto tácito.

Al momento de su formulación las promesas no son ni verdaderas ni falsas. Pero si retenemos esa significación de promesa, en 2023 tenemos que decir que está incumplida. Con el voto: ¿se vota? ¿Se come y se educa y se
cura si las desigualdades estructurales persisten y la pobreza no ha sido derrotada? Y entonces, si la democracia no cumplió con sus promesas: ¿estamos liberados del compromiso de defenderla? Pero la promesa nos viene de otro, que la cumple o nos desilusiona incumpliendo. Y en la desilusión, según nos enseña nuestra disciplina, suele haber algo tan engañoso como des implicado.

Entonces: nos dejemos interpelar por el sentido de esta frase. Busquemos una transformación: del sentido de la promesa hacia un sentido que resignifique los roles y las responsabilidades de quienes las aceptamos.
Dejarnos interpelar supone también preguntarnos: ¿por qué, 40 años después, la gran mayoría de nosotros no estamos votando con alegría? ¿por qué no hemos podido construir alternativas de gobierno mejores?
En un pueblo con condiciones de vida pauperizadas y asolado por profundas crisis cíclicas, no se honra la democracia aunque votemos a cada rato. No se nos escapa que si las sequías y la postpandemia producen
pobreza, la corrupción generalizada y la indolencia producen, además de pobreza, desesperanza. Tampoco se nos escapa que si las leyes progresistas conseguidas por la lucha de los colectivos sociales (como las leyes laborales, o
la Ley de Salud mental y la ley de Protección integral de NNA que tanto competen al trabajo de los profesionales de la Psicología) no se efectivizan en presupuestos para implementarlas, son solo placebos. Si la defensa de los
Derechos Humanos no es herramienta para que vivamos vidas dignas, se vuelve pura enunciación moralista de derechos vaciados.

La democracia no se define suficientemente por el acto de votar con regularidad. La democracia es la puesta en acto de la igualdad y la presupone como su condición necesaria. La igualdad en el sufragio (cada ciudadano un
voto) se confirma cuando esa igualdad formal funciona como base para la construcción de una igualdad real y concreta en las condiciones de existencia de las personas.

La igualdad no es homogeneización. La igualdad democrática es aquella que funciona como una base de reconocimiento recíproco a partir de la cual, cada uno puede expresar las particularidades que lo distinguen en sus
elecciones políticas. En este otro sentido, entonces, la frase de Alfonsín habla de una democracia que se vincula con la igualdad en la participación. Una igualdad que debe verificarse en los actos eleccionarios y en los debates
públicos, pero también en la distribución de la producción y en la atenuación de las desigualdades para alcanzar las condiciones de una vida humana digna para todos.

Decía también Alfonsín: “La bandera de la libertad sola no sirve, es mentira. No existe la libertad sin igualdad. La libertad sin igualdad es la libertad de morirse de hambre, es la libertad del zorro libre, en el gallinero libre, para comerse con absoluta libertad a las gallinas libres”. Es hacer del desamparo una política.
Entonces: si es importante tomar recaudos para no confundir igualdad con homogenización, también será importante no confundir libertad con persecución de los deseos personales, falta de reglas y abolición de las
obligaciones para con lo común. Pues lo que es común a los humanos existe indefectiblemente, y se necesita para la vida individual y colectiva.

“Igualdad y libertad, una sin la otra, son un problema antes que una solución: la igualdad sin libertad es opresión sofocante, es la abolición de la diversidad. La libertad sin igualdad es un peligroso engaño, es desprotección
del más débil. La democracia fuerza la unión de estas condiciones para que, operando conjuntamente, igualdad y libertad puedan convertirse en vectores operativos, orientados hacia el punto cardinal de la justicia y la dignidad de la vida. Por el contrario: la descomposición de estos vectores, la reducción a sus sentidos más pobres nos augura un futuro también empobrecido, asolado y disgregado”.

“Con la democracia no sólo se vota: también se come, se cura y se educa” no es la promesa que otro nos debía cumplir. Es anhelo, es tarea trabajosa de cada ciudadano libre. Somos nosotros los que queremos cumplir.
La democracia es una construcción a la que queremos obligarnos, porque fuera de ella solo hay horror.

Ojalá que hoy, a 40 años del fin de nuestra hora más oscura, en estos tiempos que corren -y que parecen corrernos-, sepamos, queramos y podamos estar a la altura de nuestra tarea. En nuestra pequeña comunidad profesional
de los psicólogos de Tucumán, en nuestra tarea cotidiana, estar a la altura pasa por ser adversarios y no enemigos. En nuestra institución, el CPT, que no haya lugar para los discursos odiantes ni para la homogeneización totalitaria.

Memoria, Verdad. Justicia.

Ningún retroceso en los derechos del pueblo argentino.

Fabiana Lávaque – Presidenta                     

Silvana Contreras – Vicepresidenta

Ana Golobisky – Secretaria General            

Juan Pablo Menéndez – Tesorero

Paula Quintar – Secretaria de Asuntos Profesionales                 

Julián Cabral – Vocal 1ro 

Sol Forgas – Vocal 2da 

Mariana Ponce- Vocal 3ra